• Dakar 2014, exaltación del chovinismo

    Dakar 2014

    DAKAR 2014, EXALTACIÓN DEL CHOVINISMO

     

    ¿Emoción o tongo? Quizá éste sería el título adecuado para el Dakar 2014. Podría ser la conclusión a la que llegaría cualquier aficionado al motor que sigue esta apasionante carrera que ha presenciado el lamentable espectáculo al que hemos asistido este año.

    Sin embargo, independientemente de los sucesos de carrera, me llama poderosamente la atención y provoca mi mayor aversión a la organización del evento deportivo con el giro y el enfoque absolutamente partidista que la propia organización ha dado al rally. Hoy, una vez concluida la última etapa, en la que se jugaba nada menos que el primer puesto final en la máxima categoría de coches, antes de conocer el resultado final no he querido esperar a ver el resultado en TV y he entrado en la página oficial del Dakar. Emoción a tope: ¿Habrá ganado el favorito Peterhansel o se lo habrá llevado Roma? Es verdad que toda la expectación suscitada por las declaraciones encendidas de ambos pilotos en los dos días anteriores y las teóricas o no tan teóricas órdenes de equipo habían subido a tope la temperatura y creado una emoción hasta ahora desconocida en una etapa previa al final del Dakar. Quizá era artificial, pero en cualquier caso era apasionante. De ahí mi impaciencia para conocer el resultado. Y la decepción: al entrar en la web, ¡no encuentro el resultado! Veo un primer titular con una foto arcaica de una etapa de motos, haciendo mención a Stephane Peterhanse y Jean Paul Cottret (su copiloto), un artículo sobre el coche ganador, el fabuloso Mini oficial, otro artículo de archivo sobre la historia de Peterhansel, una columna con la crónica de la etapa de hoy sobre las vicisitudes del extraordinario piloto francés y, finalmente, una crónica de los últimos vencedores desde no sé qué año. Ni una palabra sobre la vistoria de Nani Roma. Tengo que navegar por la página para concluir que el ganador no ha sido Peterhansel, como aparentaba al entrar en la web, sino que hoy el rally lo ha ganado un piloto no francés. O sea, Nani.
    Es posible que este año se ha merecido el título Peterhansel. Es posible que, si no hubiera trascendido toda la historia de la órdenes de equipo, habría ganado. Es posible que Peterhansel sea el mejor piloto del Dakar de todos los tiempos. Es posible que en justicia debería haberse llevado la corona este año. Pero lo cierto es que las circunstancias son las que han sido, que Nani es un grandísimo piloto y que ha luchado y ha sabido dosificar su ventaja hasta el lamentable suceso sobre la orden de clasificación, que ha sido el ganador pese y gracias a todo lo acaecido. Y, por tanto, se merece el galardón 2014 y la admiración y el reconocimiento de todos y cada uno de los que seguimos, siguen y participan en la carrera más dura del planeta Tierra. Incluidos los organizadores, por muy franceses que sean y frustrados que se encuentren por la pérdida de su corona por parte de Stephane. Los lances de carrera de cada día son sólo eso: los trances cotidianos que constituyen el conjunto de cada etapa, la esencia de una carrera, cada momento vivido por el piloto que lucha y mantiene su máxima concentración y la aplicación de su talento para la consecución de su meta: ganar, quedar entre los 10 primeros, o los 50, o ser el mejor en su categoría, o simplemente, llegar, cumplir su objetivo, su sueño. No debemos dar mayor importancia, como cuando tienes una discusión con tu mejor amigo. Sólo es un trámite. Un “lance”. Hoy has ganado tú, el año que viene ya veremos. Pero hemos estado ahí, lo hemos intentado hasta el final. Nuestro mérito es el mismo, lo hemos compartido.
    Pero hay que saber ganar y también hay que saber perder. Y reconocer el mérito del adversario. Es la grandeza del deporte. Para ser un buen deportista hay que aprender a perder. Sí, amigos de TSO. Este año los españoles os han ganado, en coches y en motos. No pasa nada, ya tenéis un montón de títulos, históricamente habéis ganado más que nadie. Todo el mundo lo reconoce. Pero al césar lo que es del césar.

    Al margen de las clasificaciones finales o por etapa, he de reflexionar acerca de la esencia de la carrera. La esencia de todas las carreras de coches, motos, del propio deporte del motor. Hay infinidad de circunstancias que inciden en el resultado final de una prueba de competición. Da igual que sea más o menos importante, tenga mayor o menor seguimiento mediático, que participen más o menos personas. Filosóficamente, el común denominador debería ser la aceptación de la realidad, que los pormenores que provocan cotidianmanete el resultado final son aleatorios en muchos casos, no debemos entrar a valorar la justicia de los mismos, el factor suerte es obviamente estocástico y, por tanto, ajeno a nuestra voluntad, pero forma parte del juego y es inherente a la evolución de los hechos, a la propia vida. Como decía antes, hoy ganas tú, quizá mañana sea yo. Para que tú ganes yo he de perder y viceversa. A ningún corredor le gustará reconocer que otro es mejor o que tiene más talento. Achacará su peor ressultado a la suerte, los imprevistos, la falta de experiencia. Aunque la realidad es que unos son mejores y otros menos buenos. Pero eso carece de importancia. Especialmente en una prueba como el Dakar, donde prima la hermandad, el concepto de ayuda, la importancia de la participación al margen de la clasificación, el espíritu de sacrificio y superación personal. Del concepto de aventura, llevado a su extremo. Una prueba donde todos los años muere alguien. Donde surgió una eclosión de un nuevo concepto de deporte-viaje-aventura. Un evento que originalmente estimulaba el espíritu inquieto del ser humano para buscar nuevos retos. En que se inscriben cada año cientos de personas de lo más variopinto, que en multitud de casos invierten muchos o todos sus recursos económicos, que empeñan sus días de vacaciones, que se hipotecan incluso sólo por participar. Que con frecuencia no consiguen siquiera superar los primeros días de rally. Una carrera en la que la clasificación es lo de menos, para muchos. Y que además de la dureza propia del día a día, de los sinsabores por las averías, lesiones, accidentes, falta de sueño, agotamiento físico y mental, se añade el handicap de la organización, del ente que todo lo maneja, la burocracia paradójica del mecanismo organizativo y regulador. Y ahora, las órdenes de equipo. Qué risa.
    Como dice un buen amigo: no me interesa el Dakar porque se ha convertido en la Fórmula 1 del desierto. Demasiada velocidad, demasiado dinero, demasiados intereses. Justo lo contrario al espíritu original, que era competir por afición, por el gusto de ir y llegar, y luego a ver quién llega primero. ¿Ordenes de equipo? ¿Me interesa que tú llegues antes, luego el otro? Las noticias e imágenes que hemos ido recibiendo diariamente mediante el impecable trabajo periodístico que ha hecho TVE este año han sido de lo más ilustrativo al respecto.
    La sensación de tongo que nos ha dejado esta edición del Dakar es para reflexionar. Ya sabemos que, como bien decía nuestro querido Nani Roma, las órdenes siempre han existido. Pero eso no es un consuelo. Es una mierda. Se nos queda cara de idiotas. De que estamos una vez más manipulados, que todo es mentira, que somos peones manejados hábilmente por la institución y su junta directiva, que las decisiones se toman por unos intereses que a nosotros se nos escapan. Que a nosotros sólo nos interesa el deporte, pero estamos presenciando una película cuyo guión ya estaba escrito. Que somos gilipollas, una vez más.
    Pero precisamente porque somos gilipollas y además amamos el deporte y la competición del motor, estaremos el próximo año siguiendo el Dakar, en 2015, con renovadas ilusiones, estoicos, con la emoción a flor de piel en cada uno de sus poros. A pesar de los organizadores y su política, sus mezquindades, sus miserables intereses y su exagerado chovinismo.

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