• Elección de coche

    ELECCIÓN DE COCHE
    ¿Qué coche compro? Necesito uno de tamaño medio, ni un pequeño utilitario ni una berlina grande, que sea económico y fiable, un buen coche, y que esté en una horquilla de precios entre tal y cual cifra. Prefiero que sea nuevo a estrenar, pero si mi presupuesto no alcanza, también podría valerme uno de ocasión con poco uso.

    ELECCION DE COCHE
    Éste podría ser el enunciado más común entre nuestros clientes cuando nos piden consejo sobre qué coche comprar. Aunque por supuesto no es el único: “necesito un coche amplio para viajar y, además, que sea 4×4 porque suelo ir a la nieve”; “quiero un descapotable, pero de 4 plazas, pues tengo hijos y no me vale un biplaza”; o “necesito un segundo coche en casa, que sea muy barato, pues sólo lo quiero para hacer un pequeño trayecto diario, para ir a tomar el tren y dejarlo aparcado en la calle”.
    Hasta aquí, todo parece lógico, y lo es. Cada uno tiene su propia necesidad real de vehículo, coche o moto, por eso existe una gran variedad de modelos, marcas y precios, tanto en el mercado de nuevos como de ocasión. Coches de todos los tamaños, número de plazas, de gasolina, diesel, híbridos, eléctricos…..Ya no hay dos o tres categorías como antaño, sino infinidad. En coches están los mini (antes segmento A), utilitarios o segmento B, polivalentes, berlinas, grandes berlinas, monovolúmenes de todos los tamaños, basados en las mismas categorías anteriores, SUV con la misma filosofía, o sea, hasta de 4 diferentes tamaños, etc, todo ello aderezado con sus diferentes motorizaciones, tanto en diesel como en gasolina, incluso híbridos, con su correspondiente escalado en lo que a potencia y prestaciones se refiere, a lo que hemos de añadir las diferentes versiones según el equipamiento ofrecido. Lo dicho, para volverse locos. Otro tanto pasa con las motos, la oferta actual es tan diversificada que casi marea. Ya no sabemos si comprarnos un maxiscooter o una seminaked, una sport-turismo o una bigtrail, una custom ligera o una neoclásica.
    Con todo este batiburrillo, ¿qué decisión tomamos? ¿Cuál va a ser mi próximo vehículo?
    Generalmente, lo primero que hacemos es acotar por precio, es decir, fijar un presupuesto, poner un límite. “Me encanta el Ferrari, pero dispongo de 15.000 euros, así que mejor me olvido”. Esta es una forma simple y contundente de filtrar, eliminando muchas opciones. Pero incluso el factor presupuesto no es del todo determinante. Por mi experiencia, la inmensa mayoría de las operaciones de compra de automóviles, coches o motos, se financian, bien por financiera, por préstamo personal o mediante alguna fórmula de renting o leasing. Es decir, solemos fijar una cuota mensual que nos resulte relativamente cómoda o asumible. Y claro, dicha cuota varía en función de la cantidad aplazada y del tiempo máximo de financiación. Por ejemplo, si tomamos un tipo de medio de un 9,5% de interés, el importe mensual que pagaremos será de 21 euros/mes por cada 1.000 euros a 60 meses, 25 euros a 48 meses ó 32 a 36 meses. Así, el coche nuevo de 15.000 euros nos costaría sin dar entrada una cuota fija de 315 al mes a 5 años, mientras que con esa misma cantidad, pero a 3 años, podríamos comprar uno inferior o de ocasión que tuviera un precio de unos 10.000 euros.
    Bien, ya sabemos en qué cifras nos movemos. Aún así, nuestro abanico de posibilidades sigue siendo excesivamente amplio. Hay que reducir. Porque además ahora viene la gran decisión, la eterna duda: ¿nuevo o de ocasión? Hay quien lo tiene claro desde el principio: “yo sólo estreno, jamás he comprado ni compraré un vehículo usado”. Y también hay quien opina lo contrario: “no se me ocurre comprar nuevo porque es una pésima inversión, se deprecia nada más matricularlo; además, siempre he comprado de segunda mano y me han salido buenísimos, nunca he tenido problemas, y, por el precio de un utilitario nuevo, me puedo comprar un buen coche de gama media-alta de ocasión”.
    Pero sigamos con nuestro ejemplo. “En casa sólo tenemos un coche, por lo que necesitamos que sea lo suficientemente amplio para viajar con comodidad, pero que no sea demasiado largo, pues también lo utilizamos en ciudad y hay que aparcarlo en la calle; el ideal sería un monovolumen medio, pero mi presupuesto no llega, de manera que voy a comprar un coche nuevo, del segmento C, un polivalente de entre 4,20 y 4,50 metros de largo, de potencia media (sobre 100 CV ó poco más), bien equipado en lo que se refiere a seguridad, aunque no tenga muchas virguerías, y que valga unos 15.000 euros. Pero no descarto si surge alguna buena oportunidad de segunda mano, que resulte algo más barato”.
    Y ahora la pregunta más frecuente: ¿diesel o de gasolina?
    Esta cuestión es lo suficientemente compleja para analizarlo de forma más extensa en otro artículo, aquí nos alargaríamos demasiado y quizá nos haría perder el hilo. Digamos que, en nuestro ejemplo, el comprador se decanta por una versión de gasolina, pues opina que no le va a resultar rentable el diesel al no tener previsto hacer el kilometraje suficiente como para amortizar la diferencia de precio.
    Bueno, vamos despejando incógnitas. Ahora nos queda definir la marca, ardua labor. Resulta que todos los fabricantes tienen un modelo (y sus correspondientes versiones) que se ajustan a nuestro elegido. Alemanes, franceses, japoneses, coreanos…. La decisión final ahora depende de factores de lo más variable: desde los defensores acérrimos de determinadas marcas, los que compran porque el servicio oficial les queda a mano, los que aborrecen tal o cual marca por alguna mala experiencia; o los que se inclinan por un modelo determinado por estética y equipamiento. En definitiva, por la imagen. Que, en mi opinión, son la mayoría.
    Después de 33 años en el oficio de vender automóviles puedo decir que pocas personas son verdaderamente pragmáticas a la hora de comprar su vehículo. Todos esos razonamientos que nos hemos hecho respecto al vehículo ideal, el que de verdad necesitamos y va a cumplir nuestras expectativas, no valen de nada. Porque nos llena más la imagen que nos hemos formado que la practicidad. Porque puede la ilusión frente a la lógica. Porque tiene más fuerza el corazón que la razón.
    Francamente, pocas son las personas que preguntan sobre el resultado de un coche a largo plazo, por las estadísticas sobre averías o número de visitas al taller; por el contrario, siempre se indaga sobre todo acerca del equipamiento, consumos y, a veces, datos de prestaciones o habitabilidad.
    El coche, o la moto, son mucho más que un vehículo, entendido como elemento de transporte autónomo. Es un fenómeno social. Y también es arte. “Quiero un coche que tenga buenos elementos de seguridad, que tenga buen maletero”….. salvo que sea un BMW. O un Mercedes, o un Volvo. Si es un coche “premium”, entonces le perdonamos todos sus defectos. Entonces no importa que las plazas traseras sean exiguas o que el mantenimiento resulte desproporcionado. Porque es un símbolo social: “tengo un Audi, como el que hace poco compró mi vecino”. Me distingo por mi coche, o por mi moto: “tengo una Harley, soy auténtico”. Y qué decir de la estética. Con esta única razón he presenciado compras absolutamente demenciales. Por ejemplo, una moto deportiva RR para uso diario de ciudad, un clásico con más de 30 años como coche utilitario y otros casos igual de estrambóticos.
    Esto lo saben muy bien los fabricantes, y obran en consecuencia. Recuerdo un caso llamativo, hacia 1997, cuando VW renovó su Passat. El modelo anterior nunca tuvo éxito comercial, se vendió francamente mal en España. Los expertos lo achacaban a que VW sólo tenía un modelo estrella, que era el Golf, y éste eclipsaba al Passat. Sin embargo, salió el nuevo y fue una bomba. Tal fue su demanda que tenía más de seis meses de plazo de entrega en algunas de sus versiones (principalmente los TDi). ¿Cuál fue la razón? Sencillo, el anterior, aún siendo mecánicamente tan bueno e incluso teniendo mejores prestaciones por ejemplo en capacidad de maletero, era entre feo y muy feo. Y el nuevo, sin embargo, le gustaba a todo el mundo.
    La conclusión es obvia. Recuerdo otras muchas anécdotas al respecto. En una ocasión un buen amigo me pidió consejo sobre la compra de un coche de ocasión que le vendía un conocido suyo. El modelo en cuestión, del que no voy a decir la marca, era de los malos malísimos, de los que habían dado guerra de verdad, y así se lo hice saber. Es más, en contra de mi costumbre le aconsejé que no lo comprara de ninguna de las maneras, advirtiéndole de la mala prensa del modelo. ¿Resultado? Ya lo sabéis, ¡lo compró! Por supuesto, tuvo innumerables problemas, pero eso fue más tarde. La cuestión es que se había enamorado del coche y nada le retuvo, ni siquiera la paradoja de haberme consultado como experto y recibir mi informe rechazándolo.
    Y a ti ¿te importa la estética? ¿Por qué te vas a decidir? ¿Vas a ser pragmático y racional, o vas a dibujar tu escenario de presuntas necesidades para justificar la compra de ese coche o esa moto que no te deja dormir? ¿Te vas a dejar llevar por el flechazo de Cupido en forma de artilugio mecánico o sólo te guiarás por la calculadora? En cualquier caso te deseo suerte y te animo. Pero no intentes convencer a nadie, no es necesario, compra a gusto y seguro de ti mismo. Y no olvides que la opinión de los demás no importa, sólo la tuya.

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